Las comunidades EAS nacieron en París, en el año 1959. Fueron fundadas por el sacerdote redentorista Antonio Hortelano Alcázar, junto con un grupo de universitarios de varios países, entre los que estaban Virginia, María Luisa, Juanita, Mariasun, Isabel, Pilar, Juan y Antonio de España; Mireille y Nicole de Francia, Ernst, Werner y Anni de Austria, Edith de Suiza y Rosina e Inmaculada de Italia.
Estos pioneros empezaron comprometiéndose socialmente con los marginados: jóvenes obreros franceses de la periferia de París (Villejuif), inmigrantes extranjeros (centro de acogida de la estación de Austerlitz), construcción de viviendas para alemanes de la diáspora, con el padre “Tocino”, durante las vacaciones escolares.
A medida que se comprometían más y más con los pobres, empezaron a sentir la necesidad de retroalimentarse, pues no querían vaciarse de contenido y energía vital. Algunos, pocos, pensaban que “lo suyo” era algo más serio y profundo. La pregunta que se hacían era si serían capaces de comprometerse a quererse para siempre. Un obispo amigo les ayudó a tomar la decisión: “Pidan por una vez a los laicos, les dijo, cosas difíciles como ésta. Algunos se asustarán y dirán que no; pero otros dirán que sí y será maravilloso”.
Y eso fue precisamente lo que ocurrió. Algunos dijeron que sí el día de Pentecostés de 1959, en la Catedral de Chartres, durante la marcha universitaria de aquel año . Así nacieron los EAS, justo cuando el Papa Juan XXIII, un profeta de nuestro tiempo, iniciaba la puesta al día de la Iglesia Católica y planeaba el Concilio Vaticano II.
Más tarde, en agosto de 1964, en una capillita rural de Soria, España, se hicieron los primeros compromisos de los EAS.